Después de la feria: pensar la moda.
Daniela JubizEl viernes, después de Colombiamoda, caí como la Bella Durmiente: escribí poco, leí poco… y, la verdad, hice poco.
Sin embargo, pensé mucho. Así funciona mi mente -bienvenidos-, especialmente cuando se trata de una industria que amo y que observo con ojos de eterna profundidad.
Sé que muchos siguen considerando la moda como algo superficial y eso es comprensible, pero cuando son los propios agentes de la industria (aquellos con asiento en primera fila) quienes la presentan así, el problema se vuelve más serio, porque, hablamos entonces de un asunto de fondo: de cultura, de narrativa, de sentido.
Paradójicamente, algunos veteranos, formados para escribir sobre el jet set y celebrar a las reinas de turno, parecen hoy más despiertos, más curiosos, más dispuestos a escarbar en busca de verdad dentro del sistema, que muchos jóvenes de mi generación; Jóvenes que, absorbidos por completo en el rol de influencer, olvidan una verdad fundamental: a cada generación le corresponde ser más curiosa, más despierta y más revolucionaria que la anterior.
Y ojo: no se trata de egos, ni de quién fue amable y quién no, para eso ya están las redes y sus crónicas ligeras; Lo que propongo aquí es otra cosa: una pausa para reconocer a quienes, desde su lugar, ejercen el oficio de comunicar moda con ética y dignidad.
A quienes entienden que hablar de moda también es educar, porque tanto al consumidor mal informado, como al lector curioso, al lector sediento de símbolos, de contexto, de historia, se le deben buenos reportes, análisis con fundamento y palabras que expliquen el presente.
Sobre todo, creo que a este último -a ese lector que sigue a Vanessa Rosales, a William Cruz, a quienes esperan algo más que un “look del día” o una selfie desde el front row- nos corresponde una crítica seria, reportes honestos y análisis simbólicos que vayan más allá del aplauso fácil.
Y vale decirlo: Inexmoda ha sido, históricamente, uno de los pocos espacios que ha comprendido esa necesidad, pero los tiempos cambian, y lo instantáneo, lo efímero y lo repetido parecen ser hoy la coreografía que refleja nuestro estado como cultura.
En ese paisaje, donde lo fugaz parece tan valioso como el tiempo, los influencers no son el problema: son el síntoma; Cuerpos que encarnan el algoritmo y que, muchas veces, se quedan sin palabras para nombrar lo que sienten, sin lenguaje para hablar de lo que tienen al frente.
Y yo, desde este lugar -cansada, sí, pero lúcida- no busco un escándalo, por supuesto que no, eso sería muy antinatural para alguien como yo (yo soy de pensar, de meditar). Lo que busco es otra cosa: Una revolución de las palabras, de la profundidad, y de la moda como espacio legítimo de análisis, pensamiento y reflejo profundo de una cultura provocadora.