Cuando el absurdo ganó
Daniela JubizHoy es un domingo de malestar general y Duran Lantink.
Cada temporada, París insiste en proclamarse el epicentro de la moda; Sin embargo, tras ver las propuestas del Paris Fashion Week Ready-to-Wear 2026, lo que emerge no es un desfile de innovación, sino un teatro de lo absurdo.
Siluetas forzadas, metáforas literales y narrativas tan obvias que rozan la parodia: la moda parece haber renunciado a la sutileza, al ingenio y, sobre todo, a la inteligencia simbólica que alguna vez la sostuvo.
Pero ¿acaso deberíamos sorprendernos? La moda y la publicidad son espejos (a veces crueles) del carácter de los tiempos y los tiempos actuales no son otros que la era del brain rot.
Un término nacido en internet y coronado como Word of the Year 2024 por Oxford University Press, brain rot describe el deterioro cognitivo que produce el consumo desmedido de contenidos banales: videos de segundos, memes sin contexto, scroll infinito.
Aunque parezca una categoría contemporánea, ya en el siglo XIX Henry David Thoreau advertía sobre el riesgo de la atrofia intelectual causada por el exceso de estímulos superficiales.
Hoy ese malestar se hace carne en las pasarelas: la literalidad domina donde antes había espacio para la metáfora, la exageración absurda sustituye la sofisticación conceptual y la moda ya no interpela, solo entretiene, y entretener, en una cultura que vive entre guerras, crisis políticas y climáticas, es apenas un paliativo frente a la sobrecarga de realidad.
Lo absurdo ganó, no porque la moda sea incapaz de resistirse, sino porque es el síntoma más visible de una época en la que la intelectualidad se considera prescindible.
Lo absurdo no es solo estética, es ahora el deleite, el refugio y, tristemente, el estándar.
Quizás lo más inquietante de este Paris Fashion Week no fue lo que vimos en las prendas, sino lo que revelan: que la moda, como nuestra cultura, se ha rendido al embrutecimiento alegre del brain rot.